Martes 31 de Marzo de 2009
Llegué al consultorio de mi analista con la cabeza dando más vueltas que después de una resaca, y no había tomado nada. Me acosté en el diván y empecé a hablar…
-La verdad, no entiendo nada… no sé que carajo me pasa. Salí con él tres días seguidos y todo parecía maravilloso pero…
-¿Quién?
-El viajero… ¿no te había hablado de él?
-Creo que no…
-Te lo resumo. Nos conocimos por internet, en facebook. Empezamos a mandarnos mensajitos. El vivía en Brasil. Después se fue de viaje a Europa y nos seguimos mandando mensajitos. Yo ni había visto una foto, pero ni se porqué le empecé a hablar de “luna de miel”. No sé, cada día estoy más loca, C.
-Jajaja…
-Y bueno, seguimos intercambiando mensajes hasta que volvió de viaje y nos vimos. Fue raro. A primera vista no me mató pero había algo. No sé que… Pero es como que somos parecidos, como si nos entendieramos casi sin hablar. Tenemos un ritmo parecido, no se. Además es tan protector. Se la pasa diciéndome “yo te voy a cuidar, vos relajate”. Y bueno, el primer día fue raro, estuvimos mil horas juntos y yo me tenía que ir a un cumpleaños, pero igual subió a casa. y cuando estábamos por hacerlo me paró y me dijo: mejor no, no quiero que sea solo eso… Al día siguiente me llamó y volvimos a vernos. Y después de hacerlo me dice que quiere que “seamos novios”. Ya me estaba empezando a asustar, la cosa venía en serio. Pero al tercer día, me habló de irnos a vivir a Buzios, o a Londres. Y después directamente me zampa un “te quiero”. Así de una, como un baldazo de agua fría. Y yo no sabía que mierda contestarle…
-¿Y qué le dijiste?
-Nada, C. Me hice la pelotuda. Encima vino a casa y se puso a cocinarme. Pero despues en la cena no me pude callar. Me venía sintiendo incómoda, cada vez más incómoda. Y le dije: es que vos me decís cosas lindas y yo en vez de ponerme contenta me siento incómoda, no sé que contestar. Y se enojó. Y se fue. Y yo lo dejé ir. No podía hacer otra cosa, pero me siento una pelotuda!
-…
-Ay esos silencios… La cosa es que no sé que hacer. No sé si salir rajando, si seguir probando si…
-Sí sabés…
-Sí, pero me asusta…
-No seas cagona. -dijo C. y dió por terminada la sesión.
Salí a la calle con la cabeza dando más vueltas que antes de entrar. C. tenía razón. No podía perder una oportunidad solo por miedo, de última ya tendría tiempo para arrepentirme. Llegué hasta mi casa, agarré el celular pero no me animé a llamarlo. Entonces le escribí un mensaje de texto. Lo pensé un rato. ¿Qué poner? Escribí y borré varios mensajes, no me salían las palabras y todo me parecía demasiado rebuscado. Así que resumí. Escribí:
Perdoname.
Des.
Y apreté SEND.
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